Formalizing their concept, 2013. Marti Cormand. Fotografía Ury Enríquez |
(El mercado se alborotó)
En una ocasión visitando el Museo
Nacional del Prado, en Madrid, se me ocurrió comentarle a mi
acompañante que aquello “parecía más un mercado que un museo”.
Una de las personas encargada de la seguridad de la sala 12, aquella
que alberga “Las Meninas” de Velázquez, me escuchó y se acercó
y me expresó su total acuerdo con mi comentario.
Cuatro años después, he visitado la
zona MACO, México Arte Contemporáneo, nombrada por algunos medios
como “la feria de arte contemporáneo más grande de
Latinoamérica”, por ende el evento de arte contemporáneo más
importante en México.
Feria, zona, mercado, museo, galería,
MACO en su décimo aniversario logró reunir 40 mil asistentes
repartidos entre coleccionistas, “artistas”, estudiantes,
adolescentes, periodistas y curiosos.
Su mejor definición es un mercado que
se convierte en feria. La estructura del evento así lo sugiere:
galerías de México y diferentes partes del mundo ofreciendo “arte”
en precios “internacionales” a coleccionistas nacionales y
extranjeros, carritos de Tequila Reserva 1800 vendiendo copas a $60
en los pasillos que separan las galerías, helados a $80 con vista a
la “instalación” de Nike, adolescentes intelectuales tumbados
tomando cerveza Heineken a un lado de la instalación de Arturo
Hernández Alcázar, el flash móvil de Instagram en ovación
egocéntrica del espectador a costa de Anish Kapoor o Bruno Peinado.
Tacos, Nespresso, Chilango y Hermès
en las salidas y entradas de la sala D del Centro Banamex.
La presencia de los patrocinadores
tiene una lógica económica, pero algunos detalles de la
organización del evento propician que éste pierda credibilidad y se
le tache de pretencioso y superfluo.
MACO crea polémica. Mientras los
organizadores, Zélika García, Pablo del Val y la ex curadora del
Museo Soumaya, Ana Elena Mallet, defienden su producto alegando que es
un acercamiento de la escena del arte mundial al público mexicano y
una apertura al trabajo de artistas emergentes al ojo del
coleccionista, algunos críticos de arte despotrican ante el evento
por la “calidad” de obra mostrada como “arte” y los precios
desorbitantes que se manejan.
La fundadora de zona MACO, García, mencionó en
una entrevista a Ximena Luna, de grupo Milenio: “Si
no tienes una galería que te represente, que exponga tu obra y te
presente a los coleccionistas, no importa cuánto talento tengas, es
muy difícil que tu carrera despegue”.1
Asimismo, Ana Elena Mallet ha expresado que “hay artistas muy malos que
tienen buenos contactos y buenas relaciones, pero al final no
trascienden en la historia del arte. Sus obras podrán estar
decorando casas, pero es el trabajo real el que llega a los museos y
los libros. Aquí hay 100% de talento”.
Talento
parece la clave, mostrar el talento a otros. La pregunta de qué es
arte y qué no es arte, es tan subjetiva como imposible de contestar,
pero parece ser siempre parte de los contenidos periodísticos que
aparecen en las notas que resumen y/o comentan la feria.
Esa pregunta también es una de las
protagonistas del público asistente.
Como primer ingrediente en mi
visita, me encontré a la crítica de arte Avelina Lésper
entrevistando a Julieta Aguinaco, una de las artistas de la zona
denominada “Nuevas Propuestas”. La crítica, enviada por Milenio
TV, abrió con la pregunta clave:
-“¿Porqué consideras que tus cubetas
con agua son arte?”
La artista, egresada de La Esmeralda
con exposiciones individuales en su haber en la Ciudad de México,
contestó con un discurso post-duchampiano nervioso, complejo y casi
repetitivo. No pudo defender su trabajo ante una mirada crítica
cuestionable. Avelina Lésper terminó la entrevista con un rotundo
“Soy crítica de arte y para mí esto no es arte”.
La obra cuestionada era la instalación
“México-Tenochtitlán”, 2012, un conjunto de 37 cubetas/jícaras
(aproximadamente) de distintos tamaños y colores con agua. El
manifiesto de la artista partía de una representación del contorno
de la Ciudad de México y según una entrevista con el galerista, “es
una crítica a la pérdida del mano acuífero”2. Sin estar en
acuerdo o desacuerdo con la crítica de arte, considero que un
discurso duchampiano en pleno 2013 es un error terrible para un
artista de cualquier índole. Un trabajo conceptual suele requerir
explicaciones por definición, ya que parte de un concepto que muchas
veces no es totalmente visible al espectador. Si la obra ha seguido
un proceso "honesto", sea cual fuera la manera procesual del
trabajo del artista, esto se refleja en el resultado. La necesidad
del texto para la compresión de una obra difiere en la idea del arte
como experiencia estética, lo cuál crea controversia y polémica.
Pero esto no es un anecdotario nuevo: hay casi 40 años de textos y
demandas estéticas por parte de los críticos.
Fuera de la demanda, regresando a Ana
Elena Mallet, en MACO sí hay trabajo real que llega (o ha llegado
ya) a los museos y a los libros.
Aquí la feria se convierte en delicia
y uno se olvida un poco del mercado. El museo viene a la memoria con
obras de Antoni Tàpies,
Juan Úsle, Francesco Clemente o Keith Haring. Al igual que en Frieze
Art Fair 2010, la fotografía de Robert Mapplethorpe sigue vigente
en el ojo coleccionista. Pinturas realistas-realmente del mexicano
Armando Romero, recuerdos de Sol LeWitt, Joseph Kosuth o Christine
Kozlov en papeles de Martí Cormand. Dibujo infantil y plumas del
camerunés Pascale Marthine Tayou, dibujo lineal limpio en forma de
crítica por Antonio Eligio Fernández.
Recordar
en multiplicaciones a Anish Kapoor, con toda la popularidad
fotográfica no agradable de su pieza. Pensar en Rauschenberg y en
Magritte con los montajes de la serie Double Vision de John
Baldessari.
Ver
obra de Rufino Tamayo, Fernando García Ponce y una pequeña pintura
de José Clemente Orozco valen los 200 pesos que cuesta la entrada.
La
feria por definición es un mercado, una fiesta, una instalación.
Hablar de MACO contiene esas variables: el precio, el ocio, el arte.
El
arte de instalar,
el
precio del ocio.
1
“¿Porqué consideras que tus cubetas son obras de arte?”
2
Un hombre camina con zapatos caqui y alardea con acento español: ¡49, 000 dólares!. Hecho.
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